Adolescence: ¿Cuándo estaremos a salvo de nosotros mismos?
- Joaquín Pérez García
- 15 abr
- 5 Min. de lectura
Una crítica a nuestra corrupta sociedad y los nuevos problemas a los que se enfrenta

El nombre de esta fabulosa serie de cuatro episodios no puede ser más ilustrativo.
Disfrazada en el caso de un niño que es acusado de un violento asesinato, trata todas las presiones y todos esos estímulos malignos que los jóvenes, sobre todo en su época adolescente, reciben de las redes sociales. Y, en caso de que no resulte lo suficientemente llamativo, más allá de contar con unas viscerales actuaciones de, entre otros, Stephen Graham, como padre, y Owen Cooper, como el joven criminal, está rodada en un plano secuencia, que es interrumpido únicamente con el fin de un episodio y con el inicio del siguiente.
Este recurso nos sumerge en los diferentes espacios en los que se va desarrollando la historia, predominando un lugar en cada uno de los episodios: una comisaría, un instituto, un psiquiátrico, y una casa. Pero lo más impresionante es que todo se trata de una secuencia real, un plano que fue grabado sin un solo corte, utilizando cámara en mano, drones, coches y demás.
Las interpretaciones de los actores principales resultan muy naturales y genuinas, y nos hacen ver la situación desde diferentes perspectivas, empatizando con unos y con otros, lo que nos lleva a entender el devastador suceso como algo íntimo y cercano al espectador. Aparte de los ya mencionados padre e hijo; la madre, la psicóloga y el policía también contribuyen enormemente a este ambiente convulso, incómodo y humano (por encima de todo), en el que cada uno está implicado en el caso hasta cierto punto.

A través de la trama, encontramos una crítica a la educación, mostrando el caos del instituto del niño y del que surge en la familia una vez este es detenido. Evidencia un sistema que menosprecia la atención individualizada, que no presta atención a ciertas cosas hasta que es demasiado tarde y que mira a otro lado cuando no debe hacerlo. En definitiva, un sistema, tanto desde las instituciones como desde las familias, que no actúa certeramente hasta que es la hora de impartir incentivos negativos o penas en caso de que no haya sido efectiva en su totalidad.
Por otro lado, muestra el impacto negativo que las redes sociales pueden tener, como el cobarde acoso virtual que se ejerce desde ellas, la hipocresía y la falsedad que se da desde nuestros perfiles de Instagram o cualquier otra plataforma, o el simbólico y subversivo lenguaje que se utiliza en estas. Todo esto, unido a la clandestinidad y la dificultad de controlar la actividad de los adolescentes en estas plataformas, puede llevar a inesperados casos como el que vemos en esta serie.
Adolescence no deja de plantear preguntas, algunas acompañadas posteriormente de una respuesta y otras que no. Por ejemplo, nos cuestionamos continuamente qué es lo que ha hecho al niño llegar a la situación en la que se encuentra, y, radicalmente, si ha cometido verdaderamente ese crimen. Indagamos en su actitud, en su personalidad, para comprobar si alguna vez fue la víctima de algo que lo condujo a su status quo actual. Tras esto, profundizamos en la reacción de sus familiares y amigos, ¿es así como reaccionaríamos nosotros si nos pasa algo similar? ¿Serán capaces los personajes de asimilar o perdonar algo así? ¿Merecen ciertos personajes que empaticemos con ellos? Estos dilemas, junto a la ambigüedad del final, nos mantienen en mayor o menor medida atentos a lo que sucede en la pantalla, lo que nos hace sentir impotencia o compasión hacia los protagonistas.

La policía plantea también una idea muy interesante, al expresar que le da rabia que el protagonismo se lo lleve el asesino, y que nos olvidemos de la víctima, la cual no pasará a la historia con tanta relevancia como su agresor. El devenir de los intereses de nuestra sociedad moderna se basa en el morbo, las noticias frescas y aquello que nos llame la atención de la manera más rápida y directa. No es de extrañar que incluso en casos como estos, la gente empatice incluso con el presunto asesino, como vemos que hace el trabajador de una tienda en uno de los episodios.
Desgraciadamente, nadie trata de descubrir algo más sobre la chica que ha fallecido, a quien no conocían y a quien nunca conocerán, sino que hay quienes prefieren apoyar a una idea de rebelión y osadía para tener un sentimiento de pertenencia a un grupo ideológico o movimiento social. Es por esto que los medios de comunicación convierten a los autores de estos crímenes tan sonados en verdaderas estrellas, construyendo un perfil que haga que empaticemos en algún punto con ellos, en ocasiones inventando ciertos detalles o incluso los motivos que los han llevado a cometer atrocidades como esta.
En consecuencia, mucha gente inocente (generalmente la familia de la víctima) puede sufrir el impacto mediático de estos casos, que son dramatizados para obtener un beneficio concreto. De la misma forma, se puede culpabilizar o señalar injustamente a la gente que rodea al supuesto culpable, como pueden ser los amigos y los familiares de este, como vemos que se hace en la serie, aunque sintamos que no llegamos a saber toda la verdad sobre el pasado de los personajes. Tampoco es un secreto que esta gente se acabe auto culpabilizando de que sucediera algo como esto, pues sienten que podrían haber hecho las cosas mejor o de otra forma cuando pudieron y que, indirectamente, tienen responsabilidad sobre lo acaecido por no haber tomado medidas en su momento.
No obstante, debemos admitir que, por mucho esfuerzo que hagamos, siempre va a haber cosas que no podamos controlar o que se nos escapen, pero es innegable que también va a haber siempre ciertas precauciones que podamos tomar, ya que si tenemos en cuenta algunas consecuencias que ciertos fenómenos pueden tener en nosotros y en la gente que queremos, algo habrá que podamos hacer para evitar un desenlace fatal.
En mi opinión, Adolescence merece bastante la pena, y aunque pueda parecer una desesperada y desalentadora crítica de una realidad, también es un grito a la esperanza, a la resiliencia y al amor, que nos ayuda a superar cualquier vicisitud que asalte nuestras vidas. Más allá de lo técnico y lo audiovisual, tomémoslo como un ejercicio de reflexión, para hacer frente a todos los problemas que perturban a nuestros jóvenes hoy en día debidos a los estándares o ideales, el acoso o cualquier otra presión impuesta por las redes sociales.
Un virtual y secuencial saludo, ¡Hasta la próxima!
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