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Algunos hombres buenos, el adiós de la sensatez

La marcha de Espinosa de los Monteros deja la política huérfana y al partido de Abascal a la deriva lepenista

Iván Espinosa de los Monteros despidiéndose desde el Congreso de los Diputados. Fuente: Diario Público.

El pasado martes, el portavoz del Grupo Parlamentario Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, convocaba una rueda de prensa a las 12:00 horas para anunciar su decisión de abandonar la política nacional. En su comparecencia, uno de los que hasta entonces era un peso pesado dentro de la formación de Abascal, manifestaba que la renuncia a su acta de diputado se debía a una serie de “Motivos personales y familiares. Mis padres ya no son tan jóvenes y mis hijos aún no son tan mayores”.

Esta explicación no ha convencido a muchos votantes y no votantes de Vox, dando pie a las habituales especulaciones que desde la política siempre se desprenden. Se habla de un posible conflicto con Abascal, de los resultados electorales del 23-J, de la deriva ideológica de Vox o de la supuesta guerra interna entre las dos facciones del partido; el ala liberal representada por el propio Espinosa de los Monteros y el sector más conservador y nacionalista vinculado a Buxadé y Ortega-Smith.


Sea como fuere, con la marcha de Espinosa de los Monteros la formación, Abascal pierde a uno de sus grandes activos y referentes. Reconocido tanto dentro como fuera de sus filas, la política nacional queda huérfana de lo poco bueno que todavía se mantenía en ella. ¡Ni que fuésemos sobrados! Espinosa de los Monteros ha logrado algo que cada vez resulta más complejo de conseguir cuando uno se desempeña dentro de las fauces del estercolero de los partidos: el elogio, no ya de la gente afín, sino también de aquellos que se encuentran muy alejados de sus postulados.

El exportavoz de la formación verde representa una forma de hacer política algo más elevada, elegante y preparada; tal vez más seria en lo material pero más cercana en lo humano. Alejado siempre del bullicio y de las formas pueriles, cuando subía al estrado del Congreso para pronunciar alguno de sus discursos bien estructurados y de alto nivel parlamentario, desprendía a su paso cierto aroma caballeresco de tecnócrata – algo de lo que muchos le acusaron –. Se le vio junto a Pablo Iglesias e Inés Arrimadas a carcajada limpia en el Congreso mientras que nadie dudó nunca de su firmeza y tesón a la hora de defender aquello en lo que cree, demostrando que la entereza y el sentido común son perfectamente compatibles con la consideración hacia un prójimo que, por mucho que navegue alejado de nuestras ideas, merece la admiración y el trato de cualquier belleza humana.


Iván Espinosa de los Monteros (izquierda) junto con Javier Ortega Smith (derecha), quien fue Secretario General de Vox y actualmente ocupa la Vicepresidencia del partido. Fuente: La Sexta.

El resultado electoral ha ampliado una grieta preexistente dentro de Vox que tiene sus orígenes tiempo atrás y que empezó a adquirir cierta dimensión con la salida abrupta de Macarena Olona, un episodio con el que ha sido imposible no trazar paralelismos. De hecho, la propia Olona a través de sus redes sociales ha transmitido su apoyo a Espinosa de los Monteros. A la salida de la Abogada del Estado se sumaron también las de Rubén Manso, bautizado como el gurú económico de Vox y ligado al sector liberal de la formación; y la de Victor Sánchez del Real. Todos ellos figuras de peso dentro del partido no sólo para su estructura interna sino también para sus votantes. Sánchez del Real, quien fue diputado en la pasada legislatura y tras conocer la renuncia de su antiguo compañero contestaba con un escueto pero contundente “así es” a un hilo en Twitter del expresidente de Vox en Madrid, José Luis Sánchez, en el que se dirigía a Abascal afirmando cosas tales como “Te has rodeado de aduladores y no de gente que quiere lo mejor para ti y para España, (…) lamento decirte que si no cesas a Jorge Buxadé y te vuelves a rodear de gente que no te adula Vox desaparecerá”.


Parece que la crisis interna de Vox es algo más grave de lo que en un primer momento se podría llegar a pensar. Es malo para todos los ciudadanos que un político de la talla de Espinosa de los Monteros abandone la actividad parlamentaria y lo es porque con él se van las pocas cosas buenas que quedan en el hemiciclo, pero es más triste para Vox que figuras relevantes dentro de la formación y para sus votantes abandonen sus filas por discordancias con parte de una dirección algo perdida en cuyo seno parece haber triunfado el nacionalismo intervencionista y descamisado de Buxadé, Ortega Smith o Ignacio Garriga.

Ahora, Santiago Abascal se enfrenta a una crisis interna agravada y a una necesaria reestructuración del partido, con la incertidumbre de una repetición electoral o de una investidura a la vista de la que aún no se sabe el director de orquesta, y tendrá que afrontarlo sin rostros conocidos y sin figuras críticas a su lado. De momento, la primera sustitución en el Congreso es la del propio Espinosa de los Monteros, cuyo escaño será ocupado por Juan Luis Steegman, defensor de la vacunación obligatoria durante la pandemia y figura no del todo aceptada por parte del electorado de Vox.


Las cuatro bajas relevantes de Vox, de izquierda a derecha: Víctor Sánchez del Real, Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona y Rubén Manso. Fuente:The Objective

En medio de todo el jaleo propio del mundo político, del que tanta abyección se desprende, muchos votantes se llevan las manos a la cabeza con el rumbo elegido por el partido de Abascal y no les falta razón, pues el panorama es desalentador: el PSOE y Sumar chaporreando en su cosmos particular, el Partido Popular virando de manera vertiginosa a la socialdemocracia superflua y haciendo equilibrios sobre posturas ideológicas inasumibles mientras que Vox – visto por muchos como alternativa al statu quo – parece incapaz de aunar la defensa de una política eficaz y útil con la reivindicación de unos postulados morales en los que creer, de un modelo de sociedad por el que luchar. Quizás Espinosa de los Monteros era de los pocos políticos que apostaba por la comunión entre lo pragmático y lo humano, sin duda, una gran pérdida.

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