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Amor, amor, amor y eternas soledades

Esta semana en Atenea hemos escrito textos románticos usando tópicos de relación y de personaje


Piruletas con forma de corazón. Fuente: Shutterstock



Tras el hiato de la semana pasada, volvemos con las publicaciones semanales. Esta dinámica estaba pensada para ser realizada durante San Valentín. Pero como con el recital, llegamos tarde. Pero llegamos, que es lo importante.


La dinámica consiste en elegir un tópico de relación y dos (o tres) descriptores de personajes. Aquí os dejamos el maravilloso texto de Álvaro Cruz, con una relación "Slow Burn" entre una deidad y una persona marginada.


Nefertum, dios egipcio del perfume, esperaba a su nueva tanda de adoradores. El panteón estaba de capa caída, y los dioses se habían organizado para no ser olvidados: cada diez años, se les asignaría un grupo de monjes para practicar sus rituales, y así no morir, pues los dioses mueren cuando nadie cree en ellos.

La puerta se abrió, y por ella entró su séquito. Una sola persona.

Nefertum no podía creerlo. ¿Una sola? Temía su final cerca.

- Di tu nombre, humana.

- Me llamo Merit, oh, Todopoderoso.

Nefertum había dejado de ser todopoderoso hacía tiempo. Merit era bajita, joven, y llevaba el uniforme ceremonial como quien lleva las ropas heredadas de sus hermanos mayores, quedándole grande y con vergüenza.

- ¿Conformas tú todo mi séquito?

- Ehhh… sí, oh, Grande.

No era bueno que un dios dudara, pero había que asegurarse.

- De acuerdo, realiza el ritual.

El ritual de Nefertum era un complicado juego de flores que luego debían ser quemadas para aromatizar la sala. Merit se lo sabía a la perfección.

- Puedes retirarte, humana.

- Como desees, oh, Misterioso.

Siguieron así diez años, sin intercambiar palabras diferentes, menos los títulos honorarios. Nefertum volvía a esperar a sus creyentes, y una vez más, solo entró Merti.

- Tú otra vez.

- Sí, oh, Divino.

Merit empezó con el ritual. Nefertum la detuvo.

- En realidad no hay que hacer tantos pasos, es por decoro. Con quemar las flores basta.

- ¿Quiere que lo haga así a partir de ahora, oh, Divino?

- Lo dejo a tu elección.

Merit siguió con el ritual como lo estaba haciendo.

- Merit, ¿no prefieres ahorrar tiempo?

- No tengo nada mejor que hacer.

Nefertum se dio cuenta de que era la primera vez que llamaba a su sacerdotisa por su nombre, y que ella no había añadido un título a sus palabras. Nefertum entró en cólera, pero, como Merit era su única creyente, no podía castigarla o echarla. Se guardó su ira, la cual fue disipándose durante los siguientes años, sustituida por un sentimiento de pena por la chica, que siempre realizó el ritual completo. Nefertum empezó a preguntarse cómo sería su vida fuera de esta sala, pero no podía saberlo. Había perdido la visión omnisciente hace mucho.

Diez años pasaron, y Merit volvió a entrar sola. Ya no era la joven de antes, ahora rondaba los cuarenta años.

- Empezaré el ritual, oh, Majestuoso.

- Merit, para.

Aquella fue la segunda vez.

- Los rituales son innecesarios.

La mujer parecía sorprendida. Nefertum nunca había visto esa expresión en su cara.

- Solo hace falta usar algo aromático pensado en mí, nada más.

Merit permaneció callada unos segundos, continuó con el ritual y se fue. Esa noche, Nefertum sintió algo. Su visión pudo expandirse. Vio una casa. Merit vivía sola, estaba en pijama, y había encendido una vela aromática. Lo había hecho pensado en él. Lo mismo ocurrió todas las noches durante diez años, pero Nefertum no le dijo nada.

Diez años pasaron, y Merti volvió a entrar sola. El dios no se contuvo.

- Enciendes una vela todas las noches pensando en mí, ¿verdad?

Merti, una cincuentona, se sonrojó. Una expresión nueva.

- Ehhh, Divino, yo…

- Puedes llamarme Nefer, Merti.

Merti dudó.

- Si, si lo hago… Nefer.

- ¿Es una especie de ritual tuyo, Merti

- Sí.

- ¿Me enseñarías más?

- Claro


A continuación, os dejamos con un texto de Jaume Cortès con un amor a primera vista entre una monstruo y una persona popular



ilustración de los personajes de Cinderbrush. Fuente: Critical Role


"No te preocupes, nadie te conoce aquí". Estas palabras resonaban como un mantra protector en la cabeza de Ria. Se encontraba de lleno en un nuevo comienzo, había logrado dejar atrás por fin el incidente y, en un nuevo instituto donde nadie la conocía, las posibilidades eran infinitas. Lo único que tenía que hacer era no cagarla.

Pero había un pequeño problema. Y es que Ria estaba muy putamente nerviosa y el mantra que no paraba de sonar en su cabeza era prácticamente ruido blanco frente al latido de su corazón que martilleaba sus tímpanos.


Así, en este estado y sin chocarse con nadie de milagro, llegó a su taquilla. Y una vez allí, el mundo entero se desvaneció. El apocalipsis era bajita, pero de alguna forma tenía una presencia más imponente que cualquiera del equipo de fútbol. Su pelo castaño claro, cortado perfectamente a la altura de la nuca, se agitaba mientras saludaba a todas las personas del instituto con gesto entrenado. Una sonrisa, los ojos entrecerrados y una rápida sacudida de la mano. La misma sonrisa que le dedicó a Ria, aunque sus ojos terrosos la traicionaban, analizándola como si estuvieran en un laboratorio.


Ria apartó la mirada rápidamente. De alguna forma, se había dado de bruces con el agujero negro del insti en su primer día de clase. Y había quedado cautivada por él. "Mierda se convirtió en el nuevo mantra. Era obvio que el apocalipsis, que poco después sabría se llama "Amanda, pero puedes llamarme Amy si prefieres", era una persona popular. Además de los problemas más comunes que eso conlleva, Ria tenía una serie de condiciones un poco más complejas entorno a la situación. Como su licantropía, por ejemplo. No podía permitirse otro incidente, si eso ocurría...


"¿Te ayudo?". El apocalipsis hablaba con una voz más grave de lo que cabía esperar, con un tono calmado, amable pero con muchas sutilezas que escapaban al cerebro de Ria, que iba a mil por hora. Ria se dio cuenta de que los pasados 15 segundos había estado intentando (sin éxito) abrir el candado de su taquilla. También se dio cuenta de que la taquilla de al lado pertenecía a una tal "Amy" que se parecía bastante al apocalipsis. Su gran tamaño físico se le hizo dolorosamente aparente, sobre todo en contraste con el pequeño talle de la persona que tenía en frente. Por último, se dio cuenta de que llevaba 2 segundos sin decir nada, mirando en silencio la expresión confusa del apocalipsis.


"Uh ¡no!, no, es que no me acordaba de la contraseña" logró farfullar Ria. Casi más por suerte, logró abrir la taquilla justo entonces (para gran sorpresa suya). "¿Eres nueva, verdad? No reconozco tu cara" dijo el apocalipsis asomándose a su taquilla con el atardecer balanceándose en su pelo. Mierda. "¿Como te llamas?" preguntó con una sonrisa por la que de repente, Ria pagaría lo que fuera por muy falsa que sea. "R-Ria, me llamo Ria. ¿Y tú?" "Amanda, pero puedes llamarme Amy si prefieres". Mierda


Esperamos que os hayan gustado, nos leemos la semana que viene.

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