El recuerdo de Srebrenica
- David Sánchez Esteban
- 29 ene 2024
- 4 Min. de lectura
La matanza de 8000 musulmanes bosnios en la ciudad de Srebrenica conmocionó a toda la comunidad internacional: un genocidio en plena Europa acababa de ocurrir
La República Federativa de Yugoslavia era un mosaico de etnias y religiones que se había mantenido unida a través del gobierno dictatorial de Tito, el cual lideró el país durante treinta años. Sin embargo, tras su muerte y con la disolución de la URSS en 1991, el mapa de la región se redibujó. Varios países declararon su independencia y las fuerzas nacionalistas de los diversos territorios buscaron un hueco en este nuevo orden.
La desintegración de Yugoslavia fue la caída de un castillo de naipes. La complejidad étnica que conformaba a estas repúblicas supuso el auge de los movimientos nacionalistas, que lucharon entre ellos por el control del territorio. Desde la creación de Croacia y Eslovenia en 1991 hasta la más reciente declaración de independencia de Kosovo, los Balcanes han sufrido un fuerte proceso de transformación política, no siempre resuelto mediante procesos democráticos.

Entre abril de 1992 y diciembre de 1995 se daría lo que actualmente se conoce como la Guerra de Bosnia, que se saldó con cerca de 100 000 víctimas mortales. Para entender el conflicto armado se hace necesario conocer la diversidad que presentaba Bosnia, ya que en ella residían tres grupos étnicos; los bosnios musulmanes, los bosnios croatas y los bosnios serbios.
Tras la victoria del sí en el referéndum de independencia celebrado en febrero de 1992, los serbobosnios y la propia Serbia se negaron a reconocer el resultado, puesto que su plan era el de crear la denominada como Gran Serbia en toda la región. A su vez, también estalló un conflicto de menor escala entre los bosnios musulmanes y los croatas.
La superioridad militar serbia desembocó en la anexión de nuevas zonas a su territorio, lo que provocaría la huida de bosnios musulmanes en algunos pueblos. Entre ellas destacó la de Srebrenica, en la que se asesinaron a 8000 bosnios musulmanes, siendo esta la mayor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, el desplazamiento de personas durante la guerra hizo que Srebrenica pasara de tener una población de 37 mil personas en 1991 a 50 o 60 mil habitantes tan solo dos años después.
Tras el comienzo de la guerra, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su resolución 819 de 1993 declara a la localidad de Srebrenica como una zona segura, es decir, como un área destinada a proteger a la población civil de los ataques armados. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que las tropas serbobosnias atacaran la ciudad en julio de 1995.
Cerca de la localidad, en Potocari, se encontraba un campamento de las Naciones Unidas en el que había desplegada una fuerza de soldados neerlandeses. Tras el bombardeo inicial de la ciudad, los refugiados bosnio-musulmanes acudieron a las posiciones holandesas en busca de ayuda. Sin embargo, su presencia no fue suficiente para impedir la matanza.
La actuación de la OTAN y la ONU llegó tarde. Las tropas serbias a mando del comandante Ratko Mladic ya se encontraban en la ciudad. Durante los tres días siguientes se calcula que las tropas serbias acabaron con la vida de unos 8000 musulmanes, en su mayoría varones, produciéndose una verdadera carnicería. Los cadáveres fueron arrojados a fosas comunes dispersas por los alrededores de la ciudad, lo que ha provocado la imposibilidad de identificar los restos de todas las víctimas. Al mismo tiempo, también se han reportado pruebas de violaciones a mujeres musulmanas por parte de tropas serbias, cuyos relatos ilustran el horror vivido durante esos días.

Srebrenica acababa de ser testigo de una masacre. Durante 72 horas el mundo había presenciado una limpieza étnica sin que nadie fuera capaz de detenerla. Casi 30 años después aún se sigue buscando justicia.
Tras estos hechos, la OTAN intensificó su presencia con el objetivo de poner fin al conflicto lo antes posible. A su vez, se creó el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia con el fin de juzgar los crímenes ocurridos durante ese tiempo. Durante su mandato, el cual va desde 1993 hasta 2017, se ha dado voz a las víctimas y se ha sentado en el banquillo a algunos de los responsables de ello.
Radovan Karadzic es uno de esos nombres. Quien fuera el expresidente de la República Srpska, la cual fue autoproclamada en 1992 por los serbobosnios y posteriormente anexionada a Bosnia y Herzegovina, fue uno de los dirigentes de la matanza de Srebrenica. A pesar de que huyera y hubiera que esperar hasta 2008 para su captura y posterior juicio, actualmente se encuentra en prisión condenado por crímenes de guerra y contra la humanidad.
Al igual que Karadzic, Ratko Mladic también fue juzgado y condenado en la Haya. Tras su arresto en 2011 el comandante a cargo de dirigir a las tropas durante la matanza de Srebrenica fue declarado culpable de múltiples cargos, entre los que se encuentra el de genocidio, siendo sentenciado a cadena perpetua.

A fecha de 2005, el Tribunal había recibido 3500 testimonios y procesado a más de 120 personas. La aplicación del derecho internacional es compleja. Establecer pautas para juzgar y condenar no solo a personas sino también a Estados es una de las tareas que desempeña la comunidad internacional. Buscar un funcionamiento eficiente de este sistema es clave para la protección de los derechos humanos.
Actualmente estamos siendo testigos de cómo el mundo se enfrenta a desafíos similares. El fin de Nagorno Karabaj tras la anexión azarí ha provocado el desplazamiento de miles de armenios en lo que podría ser calificado como una limpieza étnica. A su vez, el número de palestinos fallecidos por los ataques israelíes asciende a 25.000 personas, entre los que se encuentran miles de menores, lo que ha provocado que Sudáfrica demande a Israel ante la CIJ.
La salvaguarda de los derechos humanos debe de ser la mayor prioridad de la comunidad internacional en todo momento. Lo ocurrido en Srebrenica fue el ejemplo de cómo la inacción internacional puede desembocar en un genocidio cuyas consecuencias siguen latentes a día de hoy. El pasado ha de ser usado en el presente como una herramienta para prevenir cualquier tipo de violación de los derechos humanos.
Recordar para no olvidar. Recordar para no repetir.
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