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Carlos Flores (Vox): “La radicalización ha reducido la pluralidad de individuos a bloques”

Actualizado: 18 oct 2023

Charlamos con un diputado antes de la segunda votación de investidura de Feijóo para conocer y acercarnos a la figura de nuestros representantes

Charlando con Carlos Flores, diputado de Vox, en un salón del Hotel Villa Real, justo en frente del Congreso. Fotografía: Adrián Núñez

El pasado viernes 29 de septiembre se celebraba la segunda votación de la sesión de investidura de Feijóo y, escasos minutos antes, tuvimos el inmenso placer de poder charlar un rato con Carlos Flores Juberías, diputado de Vox en el Congreso. Sus señorías tenían por delante una mañana ajetreada, los curiosos y las cámaras se amontonaban a las puertas del Congreso mientras esperaban la llegada de los protagonistas. Sin embargo, el señor Flores no tuvo ningún problema en compartir con nosotros su tiempo – todo lo que pudo – y accedió a recibirnos en la propia Plaza de las Cortes. Allí quedamos con él y fue desde allí dónde nos dirigimos al hotel Villa Real en busca de algún lugar en el que refugiarnos de la vorágine periodística que devoraba las calles aledañas al Congreso. Nos sentamos en un salón perfecto para la ocasión, presidido por un mosaico sirio del siglo V d.C. y acompañado de dos sofás que invitaban a una conversación amena y distendida para poder tomar un café en su compañía. Así pues, tomamos asiento, pedimos un par de cortados y nos dispusimos a dar comienzo a la charla presentando al diputado.


- Vamos hacer un repaso si quiere para que la gente sepa quién es usted. Carlos Flores Juberías, licenciado en Derecho y Doctor en Derecho por la Universidad de Valencia, con premio extraordinario en ambos casos. Es también Catedrático de Derecho Constitucional por la misma universidad, en la que ejerce usted como profesor. Además es Doctor Honoris Causa por la Universidad San Francisco Xavier y la Universidad de los Santos Cirilio y Metodio. Es también licenciado en Ciencias Políticas por la UNED y se ha desempeñado como columnista en ABC y Las Provincias, miembro del Consejo de Transparencia de la Comunidad Valenciana desde 2016, candidato de Vox a la presidencia de la Comunidad Valenciana en las elecciones autonómicas de 2023 y ahora diputado por Vox (Valencia) en esta XV Legislatura del Congreso de los Diputados. ¿Todo correcto o me dejo algo?


Sobran unas cuantas cosas, al menos, no son imprescindibles para conocerme


- Es verdad que los jóvenes hemos crecido en una sociedad en la que se ha presentado como un logro el hecho de que cualquiera pueda dedicarse a la política con independencia de su formación, y ya no sólo desde el activismo o el asociacionismo (algo completamente sano), sino incluso ocupar puestos de gobierno. ¿Deberíamos exigir que quiénes legislan sobre la vida de los ciudadanos tengan algún mínimo de formación?


A ver, yo sólo puedo hablar desde mi experiencia. Yo doy el salto a la política con 58 años y después de 34 como profesor en la universidad. Yo no soy un político, esa no es mi profesión. Hago política pero es algo que hago de manera circunstancial sin saber si seguiré en esto una legislatura, dos o quizás media; y yo creo que es así como hay que hacer las cosas. Hombre, quizás no es necesario esperar hasta los cincuenta y tantos, pero yo creo que uno no debería dedicarse a la política sin previamente haberse hecho con un bagaje educativo y una trayectoria profesional, sin antes haber aportado algo a la sociedad.


Principalmente, por dos motivos: el primero es porque no puedes dar lo que no tienes, no puedes aportar a la política conocimientos si no los tienes, experiencia si no la has adquirido. Quien entra en la política recién salido de la universidad o, incluso, sin haber pasado por la universidad difícilmente va a poder aportar a la política lo que la política exige. Esto primero es una apreciación objetiva. En segundo lugar y ahora desde un punto de vista subjetivo, el contar con una trayectoria profesional es un seguro, te da una seguridad de que en cualquier momento puedes volver a tu vida y vas a seguir disfrutando de tu vida profesional y también personal.


Cuando uno no tiene un plan B, cuando uno no tiene un portón de salida o no puede dar media vuelta después de haber descubierto que ha cometido un error o que su tiempo ya ha pasado, es cuando uno hace cosas tan ridículas o bochornosas como hacen algunos políticos que se ven obligados a decir hoy lo contrario de lo que dijeron ayer, a cambiar de aliado o a cambiar de sentido de voto simplemente porque si no fuese así, perderían sus trabajos y se quedarían sin ninguno de manera automática. Por lo tanto, entrar aquí cuando uno lleva ya una trayectoria te brinda, en primer lugar, más perspectiva y, en segundo lugar, más independencia.


Carlos Flores durante nuestra charla. Fotografía: Adrián Núñez.


- Entonces, ¿es importante tener algo más allá de la política y que esto no sea un oficio del que depender sino, más bien, una actividad vocacional?


Yo creo que sí. Ahora bien, no hay que olvidar que la política también tiene su grado de profesionalidad. Un político no puede ser un simple amateur o un simple aficionado. Hace falta saber muchas cosas para ser un buen legislador y para ser un buen parlamentario. Si la cámara estuviese llena de gente dotada únicamente de buena voluntad su capacidad de control, de fiscalización y de legislación se resentiría sensiblemente.


Aunque también creo el político debe de saber lo que hace y es bueno que haya trayectorias acreditadas y gente que lleve años en su escaño. Esta idea de que hay que cambiar de caras cada dos por tres no la comparto. Hay que cambiar cuando el que está lo hace mal, pero no necesariamente porque lleve demasiados años o tenga ya demasiadas canas. Hay que buscar, desde mi punto de vista, un equilibrio entre el amateurismo y el estar pegado al escaño.


- Esa misma política en la que le comentaba que habíamos crecido los jóvenes es, a veces, objeto de crítica por parte de nuestros padres, quienes sostienen que antes el estilo era más formal, más cordial. Es verdad que ahora parece que están ustedes todo el día insultando, que no se soportan y sólo protagonizan broncas desde el atril. ¿Realmente tienen ustedes ese trato o dentro del Congreso son más afables y cercanos?


A ver, yo no puedo hablar mucho de eso porque en realidad llevo dos meses en política y apenas unas semanas como diputado. No podría hablar de esto como experiencia propia. Los compañeros que tienen más experiencia y han estado durante la pasada legislatura pues sí, es verdad que comentan o reiteran que, más allá de las discrepancias políticas, al final acaban apareciendo afinidades personales. Trabajamos en lo mismo aunque trabajemos en empresas distintas, si podemos usar ese símil o metáfora, pero aunque las empresas no sean las mismas sí trabajamos en el mismo sector y hay problemas que nos preocupan a todos de la misma manera aunque las soluciones que propongamos sean distintas.


Sin embargo, yo tengo la sensación y ojalá me equivoque, de que el clima de polarización política que se está viviendo en España desde hace ya algunos años está aumentando. Esto también va a erosionar también esas relaciones personales. Cuando en público eres insultado, atacado o agraviado; cuando tus ideas o tu partido son mirados de manera despectiva es difícil que en privado uno le proponga a otro tomarse un café, compartir una cerveza o charlar amistosamente del tiempo. Me da la sensación de que el deterioro de la política va a tener y está teniendo una repercusión en el deterioro entre los políticos.


- ¿Y al revés? ¿Si realmente ese trato negativo entre diputados y políticos se traslada a la gente joven dando pie a enfrentamientos o señalamientos sociales? Son muchos lo ejemplos: cayetano, cani, tú eres de podemos o tú eres de vox. Hemos llegado a ver violencia física en actos universitarios, en charlas en las facultades. ¿Tienen ustedes algo de responsabilidad o es cosa de los estudiantes que están en su edad de hacer el cabra?


Bueno, España tiene desgraciadamente un largo historial de violencia política. En nuestro país ha habido cinco presidentes asesinados, si no me falla la memoria. No es poca cosa. En estos momentos, gracias a Dios y afortunadamente, no estamos en ese punto pero sí que se percibe un deterioro en las relaciones y un incremento en la violencia, por lo menos en la verbal, que observamos constantemente. Eso evidentemente está llamado a tener una traslación a la manera en la que la gente de la calle aborda sus discrepancias políticas. Si los políticos, que son gente educada o se supone que lo son, se insultan ¿por qué no lo vamos hacer nosotros?


Creo que debemos de dar un ejemplo, que la gente nos mira esperando encontrar en nosotros pautas de comportamiento y cuando esas pautas de comportamiento son pautas de violencia verbal pues eso tiene un resultado. Si ya pasamos de la calle a las redes sociales donde además está el elemento de la distancia, del anonimato o de la gratuidad pues ese crecimiento de la violencia es exponencial.


Yo respondía hace varios días a una encuesta de un grupo de investigación de varias universidades españolas que estaba trabajando precisamente en la violencia en las redes y tengo ganas de ver cuál es el resultado y qué es lo que dicen los políticos sobre la violencia en las redes, pero me da la sensación de que los resultados van a ser espeluznantes. A mí me han dicho cosas que no podría reproducir en un periódico de estudiantes.


- ¿Estamos dejando caer en el olvido un concepto tan esencial como el de "prójimo"? ¿Nos estamos olvidando de que el de enfrente es también nuestro semejante? ¿Estamos perdiéndole el respeto a la persona?


Cuando te metes en el círculo de la bipolarización o de la radicalización al final acabas reduciendo la pluralidad de opiniones y de los individuos a bloques y, en última instancia, acabas eliminando las particularidades o peculiaridades que pudiese haber dentro de cada uno de esos bloques, reduciendo estos a la unidad. Es decir, nosotros contra ellos, la mayoría y la minoría, la derecha y la izquierda, los demócratas y los "fascistas", los catalanes y el resto de los españoles.


A partir del momento en el que metes a 170 diputados o a 11 millones de electores en un mismo bloque o paquete olvidándote de sus particulares ambiciones o ideas los deshumanizas, en ese momento abres la mirada a esa radicalización. Hay cosas que yo no te podría decir a ti mirándote a los ojos, pero en el momento en el que te meto en un bloque, el de las derechas o el de los fascistas o el de las feminazis, en ese momento sí que te las puedo decir, porque te deshumanizo y te meto en un paquete, en un colectivo.


Carlos Flores. Fotografía: Adrián Núñez








- Cambiando de tercio. A veces el ciudadano medio puede tener la sensación de que ustedes, los diputados, y en general los políticos, obtienen su escaño y ya está. Olvidan quién les ha elegido, a quién se deben y por qué están ahí. ¿Tienen ustedes esto presente o a veces olvidan que se deben al pueblo y no a un sueldo público o a un escaño?


Ahí llevas razón. Yo he vivido dos campañas electorales en un año, que se dice pronto. Es verdad que una de las cosas que más me han llamado la atención ha sido la enormidad de las expectativas que la gente pone en los candidatos, la complejidad y la importancia de esas expectativas. A mí se me ha acercado gente diciéndome desde 'usted tiene que solucionar esto', sin saber muy bien qué es exactamente esto, hasta contarme un problema absolutamente personal y pidiéndome que intermedie en su solución. Es decir, desde lo más particular hasta los problemas del mundo entero. No sé lo que harán los políticos profesionales al respecto, pero a los que llevamos poco tiempo en esto nos genera una sensación de fuerte presión y responsabilidad, hay mucha gente mirándote que pone sus expectativas en ti.


También es cierto que luego llegas al Congreso y la cámara tiene unas dinámicas, hay unos asuntos que se tratan y otros que no, unos que tienen prioridad y otros no tanta, por lo que es difícil encajar esas expectativas ciudadanas con el funcionamiento de la institución que es un monstruo en sí mismo. Por lo tanto sí, es muy probable que los ciudadanos se sientan decepcionados porque esperan mucho y el poder político puede responder a alguna parte a veces muy pequeña.


- Hay una frase que a mí me gusta mucho de Antonio Escohotado que dice así: "libertad es el arte de hacer posible lo que uno debe en cada momento". ¿Ustedes tienen un deber en cada momento? ¿Cuál es ese 'deber hacer' para un político?


Bueno aquí hay tres elementos de guía. En primer lugar, los diputados formamos parte de partidos políticos que tienen unas propuestas programáticas, una estrategia a seguir en las que nos integramos los diputados. Mi primera obligación por tanto sin hacer una jerarquía, simplemente enumerando, es esa. Otra sería respecto de mi circunscripción, en este caso, las cosas que preocupan a los valencianos. La tercera sería respecto de las personas individuales que te han trasladado sus problemas bien personales o bien colectivos, como sindicatos, asociaciones y demás grupos en los que se integran. Se trata de encajar esos tres elementos. Podría incluir un cuarto, yo estoy en política porque hay cosas que me preocupan más que otras, que me motivan más que otras. La clave está en en encajar todo eso con lo que tú venías a hacer.


Fotografía: Adrian Núñez.


- ¿Cuál diría que son las inquietudes de un joven español a día de hoy?


Yo tengo una visión sesgada y parcial de eso que llamas tú un joven español. Ni tú ni yo somos representativos de la sociedad española. Yo doy clases en una universidad pública de derecho, con lo que cual me engañaría si pensase que todos los jóvenes son como los que yo veo en mi clase, un perfil con mayor nivel educativo, inquietud cultural e interés por la política que el promedio. Luego sales a la calle y te encuentras gente que te pregunta la víspera de las elecciones que cuándo hay que votar.


Los españoles vivimos la política, en ocasiones, con un exceso de intensidad que no es bueno, en otras, con un exceso de distanciamiento que tampoco lo es. Yo creo que los ciudadanos y en particular los jóvenes, deberían vivir la política con un sano interés pero también con un sano distanciamiento. La política influye en nuestras vidas, es importante que tengamos opinión, que la expresemos y participemos, pero también es importante que tengamos otras inquietudes y que confiemos en aquellos en quienes hemos confiado para la resolución de los problemas políticos.


Como todo, en el punto medio está la virtud. Nos preocupa mucho la desafección, la gente que nunca se preocupa de la política, que no tiene opinión o nunca vota. Hay que preocuparse, sí, pero si todos los ciudadanos fuésemos unos frikis de la política que no hacen otra cosa que hablar de la política las veinticuatro horas del día, opinando sobre lo humano y lo divino, pues no nos iría mejor.


- ¿En ese caso colapsaríamos como sociedad?


Bueno, yo escribo sobre política comparada y una de las preguntas que les hago a mis estudiantes es: ¿Qué es mejor, una alta participación en las elecciones o una más baja? Todo el mundo dice que por supuesto es mejor que haya una alta participación pero curiosamente la participación es más alta cuando las situaciones políticas del país son más críticas. Una alta participación denota preocupación, denota crisis y enfrentamiento. Sin embargo, una baja participación denota confianza, tranquilidad. Hay elecciones mañana pero yo me voy a la playa. ¿Por qué? porque el país funciona y no va a pasar nada si yo no voto, no me estoy jugando mi vida. Yo voto y creo que todo el mundo tiene que votar, pero un cierto distanciamiento de la política, tomárnosla con un cierta tranquilidad y creer en quienes hemos confiado esa tarea política, nos haría bien como sociedad.


- Uno de los problemas de los jóvenes a la hora de hablar de política es que hacemos una dicotomía entre izquierda derecha, con todo lo que eso implica, y asociamos dos modelos económicos y políticos a cada uno de los bloques. La izquierda se supone que se preocupa por las clases trabajadoras, apuesta por una intervención más directa en la economía, defiende las ayudas sociales o las subidas de impuestos. La derecha, por el contrario, lo apuesta todo a la economía, un culto al mercado, bajar los impuestos, favorecer la actividad empresarial... ¿Existe la posibilidad de que haya en España algún partido que defienda abiertamente la distribución de la riqueza, la justicia social y compagine la ayuda a los trabajadores con el trato a las empresas?


Ese partido existe. Vox es enormemente transversal. Somos el único partido que mantiene porcentajes de voto prácticamente idénticos con independencia del nivel de renta del elector. Si tú cotejas los porcentajes de voto del Partido Popular con los niveles de renta descubres que sube cuando lo hace el nivel de renta. Si haces lo mismo con el PSOE o con Podemos baja cuando sube el nivel de renta.


Nosotros nos mantenemos igual, nos vota gente acomodada, empresarios que agradecen nuestra apuesta por la seguridad jurídica, el desarrollo económico y por la industrialización; pero también nos votan trabajadores que agradecen nuestro apoyo a las familias, a las clases trabajadoras o a los autónomos. Somos un partido muy transversal que tiene además valores como pilares fundamentales. Nosotros no estamos en política por un programa sino que estamos aquí por unos valores y una visión de lo que es España y lo que es la sociedad, que después traducimos en propuestas programáticas concretas pero en última instancia, variables, volubles y discutibles a lo largo del tiempo.


Yo creo que ese partido que propone soluciones razonables y aceptables para todos los estratos sociales y, al mismo tiempo, propone valores sobre los que construir una nación y una sociedad ya existe, y es Vox.

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