La restricción a favor del pueblo
- Ariana Magnani Belova
- 14 nov 2024
- 3 Min. de lectura
Antes de abordar la cuestión inicial, reflexionemos sobre cuál es la función de las leyes que actúan como imposiciones que deben seguir los ciudadanos de una misma organización, urbe o población, y las consecuencias de estas son beneficiosas para el propio individuo; como puede ser la convivencia, la compra venta o el respeto mutuo
Los encargados de dictar tales leyes deben siempre representar y demandar el bienestar común a través de ellas y, una vez impuestas, se necesita a un jefe de estado que mantenga el orden, que esté capacitado para gobernar. ¿Todo el mundo tiene la habilidad de mandar o regirse a las leyes?
Según la revista «The Economist», en 2023 abundaron los regímenes autoritarios en todo el mundo (59 países frente a 24 democracias plenas), y pese a ser un número considerablemente alto en comparación a otros siglos, no deja de haber un miedo y una cierta incertidumbre en lo que corresponde a la posible amenaza de que este número de dictaduras se propague. Estos sistemas imparten el odio, la desigualdad, la inaccesibilidad a recursos básicos o la incapacidad para crecer económica e individualmente.
A su vez, podemos observar como tales regímenes son más propensos a perdurar en el tiempo, y son más difíciles de quebrantar por culpa del miedo a las consecuencias de sublevarse; al contrario que las democracias, que son más vulnerables gracias a la excesiva libertad que se le otorga al pueblo, debido a que la mayoría va a demandar más bienes (económicos o materiales) o poderes similares al del gobernante. No obstante, si ocurre este manifiesto del pueblo, él mismo provocará una lucha de clases que desembocará en la eliminación del propio pluralismo político.
Debemos hacer cambios que mantengan las democracias actuales, cambios donde el fomento de la conciencia política y todos los estudios relacionados con esta estén al alcance de cada individuo. Desde muy temprana edad, se les inculca alguna clase de ideología o pensamiento político determinado, otros les dicen a sus hijos e hijas que se alejen de ello; en el colegio se imparten asignaturas como matemáticas, lengua, inglés y, sin embargo, no se enseña a entender el sistema de manera objetiva para que cada alumno y alumna crezca con un entendimiento de este. Más tarde, crecerán y se convertirán en ignorantes que serán engañados y votarán al que le ofrezca una mayor pensión, o elegirán a aquel partido que mencionaba su abuelo en las cenas de noche buena; otros (una minoría), votarán al azar.
Ahora bien, pese a implantar este tipo de estudios «obligatorio», el ciudadano es libre de elegir si desea seguir aprendiendo conocimientos más específicos acerca de ello, pero la consecuencia de este libre albedrío es una disminución de poder en la toma de decisiones políticas comunes. Esto ya nos lo planteaban grandes pensadores como Jason Brennan o John Stuart Mill; y es que la formación de un modelo epistocrático no es siempre sinónimo de totalitarismo. Si lo trasladamos a las democracias actuales, su viabilidad hace posible la igualdad de oportunidades y no disminuye la libertad individual por lo que, el propio sujeto decide sobre la medida de su aportación a la sociedad en términos políticos.
Uno puede hacer que lo tachen de moralista, pero la moral no siempre está en el ser. Pensamos que la democracia puede ser un sistema de gobierno igualitario. Es sensato razonar que la injusticia estará presente aun así, pero la equidad entre individuos no puede existir si no hay seres diversos y, por lo tanto, formaría parte de una «utopía» no tan idílica y bella; porque esta representación de un lugar ideal como el que nos presentaba Thomas More es imperfecto, ya que pretende ser menos justo con los justos.
Siguiendo el punto anterior, no se habla del fomento de una oligarquía, sino de un sufragio regido por el conocimiento; de un intelecto que no sea perjudicial para las demás personas del país, y es que la ausencia de este puede ser peligroso para la mayor parte de la población, que carece de los saberes que se adecuan a lo que es mejor para el pueblo. En las democracias actuales esto es equivalente a un autosabotaje común, donde el voto aparentemente liberal deriva en la elección de un personaje político incorrecto.
Es cierto que para que funcione tal planteamiento se debería avivar el pluralismo político, puesto que se da una mayor oportunidad al principio para reflexionar y estudiar todos y cada uno de los sistemas y programas que cada partido ofrece; visto que la democracia se caracteriza (o debería caracterizarse) por su variedad estatal y su más acertado resultado.

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