Lo que Historia de un matrimonio me enseñó sobre el cine (y el amor)
- Belén Guillamón Brotons
- 3 feb 2024
- 4 Min. de lectura
Un homenaje a la película que vi sin saber que también me hablaba a mí, y que toda persona en la década de los veinte debería verse
Desde luego, de primeras la película no me llamó tantísimo la atención: las películas que pretenden reflejar a personas “reales” con las que sentirse identificado no era algo que me picara tanto la curiosidad -sobre todo porque no me veía reflejada en la historia de un divorcio-. La motivación fue fruto del propósito de verme todas las 'pelis' nominadas a los grandes premios en 2019; qué gran año. Claramente, mereció la pena; ha terminado por ser una de las películas que me enseñó que el cine tiene mucho más de lo que se ve a simple vista, aquella decisión me descubrió una de mis películas de amor favoritas.
La película tiene una complejidad y una cantidad de capas a analizar que lo convierte en un reto de entender y descubrir todas ellas, lo que también refleja, dicho sea de paso, el respeto de sus creadores por el espectador. Al verla de primeras, ya da la sensación de ser una historia muy creíble: sus personajes, las emociones que viven y sus acciones llegan de forma muy directa, sin filtro. Y es precisamente por conseguir esa intimidad con el público que termina por ser desgarradora. Este ambiente se lo debemos al director y guionista Noah Baumbach, que precisamente debe su fama a la capacidad que tiene de reflejar las emociones humanas. Siente gran curiosidad por lo cotidiano: el drama que de por sí viene intrínseco en la experiencia humana y al que no hace falta edulcorar o ensalzar, sino solo retratar.
En concreto, en esta película destacan dos elementos que consiguen que sea tan inmersiva: el guión y el montaje. En el caso del guión, se consigue esa atmósfera tan íntima porque no convierte el argumento en un melodrama. La película es tan amarga porque no crea un ambiente asfixiante, sino que se mueve todo el rato en la fina línea de conectar y jugar con diversas emociones a la vez: da cabida a momentos tiernos, alegres, humorísticos… que intercala de forma natural, sin que dé la sensación de ser la antesala de una tragedia. En segundo lugar, el guion toma como referente la construcción narrativa del thriller y, en especial, de Hitchcock. Utiliza momentos cotidianos, en principio inofensivos, para después utilizarlos en juicio como arma arrojadiza por los representantes de ambos, como si del desarrollo de un crimen se tratase.

El segundo gran recurso de la película es el montaje, que persigue dos objetivos: primero, hacer partícipe de la historia al espectador para aportar realismo; y, en segundo lugar, indagar en lo que viven Charlie y Nicole. En este sentido, es una forma de aclarar más sobre qué piensan o sienten en cada momento, tanto sobre el divorcio como en situaciones concretas. Esta intención es palpable desde el principio de la película: cuando hablan de lo que les gusta al uno del otro, Charlie aparece recogiendo su casa, todo de forma ordenada y tranquila hasta que, al decir que ella se deja los armarios abiertos, se da un golpe en la cabeza con uno. Es un golpe seco y sonoro, tal y como sería en la realidad, lo que contribuye a esa idea de naturalidad. Consigue así, sin sobrecargar, ni banalizar, y sabiendo usar los recursos estrictamente necesarios, crear un sentido narrativo que cuenta la situación de cada una de las partes de forma independiente.
La película consigue contar dos historias a la vez. Por un lado, la de la separación que están viviendo; y, por el otro, la que abarca todo lo que han sido juntos. No se llama Historia de un matrimonio de forma irónica, sigue siendo una historia de amor aunque sea a través de un divorcio. En palabras del propio Baumbach: “Cuando estaba investigando para hacer la película y preguntando a distintas parejas, había una temática común y es que tenían sensación de fracaso. Creo que es bueno y necesario reflejar que, en ocasiones, las rupturas sí se sienten como un fracaso, aunque no lo es. En parte, lo que quería decir con la película es que los finales no son fracasos; todavía se pueden celebrar las cosas por lo que han sido incluso si han acabado”. Esta es la historia de dos personas que han creado una vida juntos y han sido parte de la esencia del otro, no hay nada más digno y que sea un mayor motivo de celebración que ese.
Es una forma de honrar lo vivido, de no reducir el éxito de las relaciones -sean del tipo que sean- a su resultado y saber celebrar las cosas por lo que son (o por lo que han sido). Historia de un matrimonio es de esas películas “para ver en tus 20s”, cuando da la sensación de que nada es duradero y cada año parece una vida distinta, lo que en ocasiones es abrumador. Para esos momentos, es cuando viene bien tener a mano recordatorios como este, de que las cosas son dignas de ser celebradas por lo que son, con lo crudo y lo romántico que ya viene en lo cotidiano.

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