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Los "Burgueses" hablan de comunismo y los obreros de realidad

Largas hambrunas, profundas crisis económicas o restricciones de derechos civiles y sociales. Discursos ampliamente llamativos e hipnóticos que generan grandes expectativas de futuro, cuya realidad se convierte en el comando, obediencia y fraude de lo que dicen llamar igualdad


Sombras ideológicas sobre cuerpos hambrientos. Fuente: Elaboración propia
Sombras ideológicas sobre cuerpos hambrientos. Fuente: Elaboración propia

En primer lugar, sería conveniente definir lo que es el socialismo. Este se presenta como un sistema económico y social que centra sus bases ideológicas en la defensa de la propiedad colectiva frente al concepto de propiedad privada de los medios de producción y de distribución. No obstante, el pueblo nunca acaba administrando tales propiedades colectivas. Institucionalmente el socialismo consiste en abolir la economía de mercado y reemplazarla por una economía planificada; un monopolio estatal a gran escala donde todos los servicios son brindados por el Estado. Este crea un plan de producción y predice las necesidades de la población.


Para entender mejor el fallo que la implementación de esto supone, debemos precisar el significado del sistema de precios: señales que permiten coordinar la actividad productiva en función de aquello que la sociedad demanda, son equivalentes a un mecanismo de transmisión de información donde los mercados libres ordenan estos datos que indican qué, cómo y para quién producir para que no exista escasez. Sin embargo, el socialismo responde a estas preguntas básicas de la economía de la siguiente manera: los bienes y servicios se producirán en la cantidad que el Estado decida, las empresas públicas serán aquellas que produzcan junto a trabajadores según sus capacidades y se producirá para quienes “necesiten”. Según esta lógica, lo que pretende esta doctrina es, en la práctica, abolir el mercado y en consecuencia destruir el sistema de precios.


Ludwig von Mises, economista austriaco, explicaba en 1920 como esta creencia en la posibilidad de cálculo económico era inverosímil; los medios de producción deben ser de propiedad privada, de lo contrario, este mercado no puede existir. Siguiendo este paso, si este no está presente, tampoco habrá precios estables para tales medios de producción, y sin estos precios que otorguen información sobre la escasez o exceso de los bienes de capital, no se puede llevar a cabo una planificación centralizada.


“¿Quién será el próximo en ser liberado de su libertad, camarada?”. Fuente: Puerta a Rusia
“¿Quién será el próximo en ser liberado de su libertad, camarada?”. Fuente: Puerta a Rusia

En cuanto al ámbito social, cabe recalcar cómo, a día de hoy, se dejan de lado las represiones hacia minorías que se ejercieron por parte del socialismo (de igual forma que otras políticas de derechas); un claro ejemplo son los derechos LGBT que podemos ilustrar con regímenes a lo largo de la historia. En la Unión Soviética, a partir de 1933, se castigaba la homosexualidad masculina con hasta 5 años de prisión, asociándolo con “degeneración burguesa” y amenaza para la moral socialista; en Cuba, durante el régimen de Fidel Castro, se registran persecuciones y enviados a campos de trabajo UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción); Eritrea (oficialmente un estado marxista-leninista) considera la homosexualidad como ilegal con nula protección legal; en Vietnam, el estigma social es muy fuerte y el activismo LGBT es limitado por valorarse como “inapropiado”; y así podemos seguir incluyendo diversos ejemplos como Laos, China, Corea del Norte, Venezuela o Nicaragua. Sorprendentemente, entre estos países, solo Cuba desde el año 2022 ha legalizado el matrimonio igualitario.



Podemos aceptar que el socialismo no es sinónimo de justicia, equidad o igualdad, sino que corresponde a una falta de libertad. Una incapacidad de decidir qué artículos consumir, estar obligados a aguantar una dictadura donde nadie puede contradecir al gobierno ni demandar que se escuche su opinión. Esto es el resultado de suprimir esas señales que advierten de riesgos inevitables, donde la producción termina siendo determinada por una élite política que concentra todo el poder mientras miente al pueblo. Los priva de tener incentivos, por culpa de los salarios fijados de antemano y puestos de trabajo asegurado, que carecen de estímulos para ser eficientes y productivos; al no haber beneficio privado, los ciudadanos acaban siendo títeres del Estado que les deja morir de hambre y miseria. Y donde la excesiva burocracia acaba pisando la oportunidad de autorrealizarse como ser humano y mejorar aquellas habilidades que caracterizan a cada persona.

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