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¿Quién me ha subido el alquiler?

Los precios de los alquileres siguen subiendo a una velocidad vertiginosa alcanzando los máximos históricos de 2007, culpa de un mercado turbulento que causa estragos en una sociedad que no supera aún las consecuencias de la pandemia

Los precios de los alquileres han alcanzado máximos históricos superando las cifras de 2007, la inflación junto con la demanda ha creado una combinación fatal para los españoles. Una situación en la que tanto inquilinos como propietarios salen perdiendo. El precio de una vivienda depende principalmente de su demanda y de su oferta. En los últimos años la oferta no puede seguirle el ritmo a la demanda, que crece disparada. Esto, sumado a la inflación, resulta en unos precios desorbitados fuera del alcance del ciudadano.

El 18% de la población adulta en España participa de los alquileres, ya sea ofreciendo una vivienda, buscándola, o en ambos lados. De estos, el 16% conforman los que viven de alquiler y tan solo el 2% ofrecen su propiedad en, cifras que hace un año eran más favorables a los inquilinos en un 15% frente al 3%.


Piso de alquiler en el casco antiguo de Cádiz. Fuente: Diario de Cádiz

Este suceso se debe a factores demográficos, económicos y políticos que, gestionados de manera pobre y con leyes ineficientes, tratan de "parchear" los problemas y barrer debajo de la alfombra en vez de cortarlos de raíz. La ley de arrendamientos urbanos, creada en 1964 con el fin de velar por el inquilino ante los posibles abusos de los caseros, fue modificada por el gobierno de Pedro Sánchez en marzo de 2019. En esta modificación, entre otras medidas, se somete al casero a pagar los gastos del alta de los suministros y el coste de mantenimiento o reparación, limita la fianza legal a un mes además de las variaciones del precio. Todo ello hace menos atractiva para los propietarios la posibilidad de alquilar frente a la de vender.


Uno de los principales problemas demográficos que enfrenta nuestra nación es el éxodo rural, una “España vaciada” cuya población deja atrás pueblos y aldeas para concentrarse especialmente en Madrid y Barcelona, generando en estos un superávit de población con 6,7 y 5,7 millones de habitantes, respectivamente; acumulando entre ambos municipios una cuarta parte (25,89%) de la población total de España.


Debemos tener en cuenta que la demanda de alquileres en las ciudades no solo se limita a los habitantes, pues muchas de las viviendas en alquiler están enfocadas a fines vacacionales. Esta es una medida tomada por muchos propietarios, tanto por ser más beneficiosa económicamente, como por suponer un menor compromiso con el inquilino.


Además de una gran demanda frente a la oferta, debemos mencionar otro factor fundamental en el aumento de los precios en general: la inflación. Esta ha crecido exponencialmente aumentando en los últimos 3 años lo mismo que en los 16 anteriores (15 puntos). Una inflación generalizada a todos los productos que afecta a la demanda por un aumento de los precios, además de una pérdida de poder adquisitivo y renta real al devaluarse la moneda y llevarse por delante ahorros y sueldos.


También seguirá creciendo la demanda a largo plazo debido al continuo crecimiento de las inversiones extranjeras potenciadas por el atractivo turístico y vacacional de nuestras tierras, a lo que se suma la inmigración. La posibilidad de teletrabajar ha generado que muchas personas se desplacen desde el norte hacia el sur de Europa, donde encuentran viviendas con precios mucho más económicos que en sus ciudades de origen. A este fenómeno debemos añadir la natalidad española que creció notablemente con la llegada del siglo XXI, jóvenes que en los próximos años comenzarán a inundar un mercado en el que aún no se ha asentado la generación anterior.


Por todo ello necesitamos y merecemos una gestión política correcta y eficiente del mercado inmobiliario que favorezca tanto a inquilinos como a propietarios. Una legislación que favorezca un mercado estable y en el que se garantice el principio de seguridad jurídica. Como base para poder afrontar de la mejor manera los turbulentos años que se avecinan.

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